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El último adiós a un amigo.
El 30 de Diciembre de 1953 un comunicado de la Escudería Ferrari anunció el cese del contrato con Ascari. Lancia lo buscó para pilotar su nuevo F1, concebido por el ingeniero Vittorio Jano, el mismo que creo el P2 de su padre. Pero la puesta a punto de ese monoplaza fue más dificultosa y larga de lo previsto. Sólo pudo debutar al final de la temporada, en el GP de España, donde demostró ser veloz, pero frágil todavía. Entretanto, Alberto condujo el modelo Sport 3300 de la misma marca, ganando las Mil Millas. Una carrera muy adecuada para desmentir la opinión de quienes le juzgaban como excelente piloto en circuito, pero regular en carretera. El 2 de Mayo de 1954 corrió a través de media Italia, rechazando los ataques de Taruffi, el gran experto de la carretera. Llegó a Cremona con gran ventaja; a partir de allí podría haber levantado el pie y terminado tranquilamente, pero aceleró a fondo para asegurarse el Gran Premio Tazio Nuvolari, un sector cronometrado entre Cremona y Brescia, pasando por Mantua, instituido en recuerdo de "Nivola" (el gran Nuvolari), desaparecido el año anterior.
El 5 de Septiembre Lancia le cedió sus servicios a Ferrari con objeto de que corriese en Monza el Gran Premio de Italia, haciendo frente a los nuevos Mercedes que, conducidos por Fangio y Kling, eran los más competitivos de todos los coches de Gran Premio, pero no invencibles. ¡Ascari sobre Ferrai! la gente acudió en tropel. Pero la carrera no fue muy afortunada, en la vuelta 49, cuando aún tenía todas las posibilidades, la rotura de una válvula le puso fuera de combate.
Por fin, en 1955 el Lancia estuvo a punto. Tenía que ser el año de la recuperación absoluta y total. Se retiró en Argentina, pero tras haber rodado en cabeza. Ganó en Turín. Llegó quinto en Pau, pero por culpa de una canalización de líquido de frenos que le obligó a detenerse en la vuelta 90. Y llegó el 22 de Mayo, fecha en la cual se disputaría el Gran Premio de Mónaco. Tomó la salida en primera línea, con Fangio a un lado y Moss al otro, ambos sobre Mercedes. Los coches alemanes partieron como flechas, pero rompieron. En la vuelta 80, Ascari iba primero, pero en la 81, coche y piloto caen al agua en el puerto tras tomar la célebre chicane demasiado fuerte. Salió del lance prácticamente incólume, sólo con una fractura en la nariz.
Regresó a Milán el Martes; el Miércoles descansó, y el Jueves por la mañana fue llamado desde Monza por Castellotti, su discípulo predilecto, que se encontraba probando un Ferrari Sport con vistas a los 1.000 Kms que deberían correrse el Domingo siguiente.
Era casi la una. El calendario señalaba una fecha fatídica: era el 26. Le pidió a Castellotti que le dejase probar el Ferrari, sólo unas cuantas vueltas para borrar de su mente la desagradable impresión de Mónaco. "Alberto - recordaba Enzo Ferrari- insistió en la idea de que, después del accidente, lo mejor era volver a sentarse al volante lo antes posible, sin dejar transcurrir un intervalo de tiempo muerto, para no perder el instinto del piloto, y, durante la pausa del mediodía en los entrenamientos, pidió que se le permitiera dar dos o tres vueltas a la pista"
¿Quién podía negarle el volante a Ascari?, nadie, y partió. Sin casco, con la camisa azul, con la corbata al viento. El automóvil cubrió dos veces la pista de 6.300 metros a una velocidad relativamente moderada. Cuando pasaba por segunda vez frente a la tribuna de los jueces, Ascari saludó con una mano a su compatriota y amigo Luigi Villoressi, indicándole que todo marchaba bien. Este gesto sería el último adiós al amigo. En la curva conocida como "il curvone", después del paso inferior, el Ferrari de color metálico, sin pintar todavía de rojo, fue obligado a efectuar una brusca maniobra, pero reaccionó como un caballo desbocado. Le recogieron exánime sobre la tierra cuya llamada había sentido más que ninguna otra. Nunca se ha sabido a ciencia cierta cuál fue la causa del desastre. El viraje es sumamente abierto, y no representa un riesgo para un piloto experimentado como lo era Ascari. Solamente quedaron impresas en la pista las negras huellas que dejaron los neumáticos. La explicación no oficial es que un obrero atravesó intempestivamente la pista para acortar camino, creyendo que nadie entrenaba, Ascari se vio forzado a frenar en circunstancias muy extremas lo que llevó al Ferrari a dar una vuelta de campana.
Su padre murió un día 26 , por lo que no quería participar en ningún Gran Premio que llevara esta fecha. Pilotaba siempre sus bólidos con un casco azul, con el cual se creía invulnerable. Se mató un 26 de mayo de 1955 pilotando, por mero placer, un Ferrari 750, sin casco y vestido de calle, con lo cual descuidó sus dos amuletos, coincidiendo justo treinta años después de matarse su padre y a la misma edad. ¿Coincidencia? ¿Suerte? ¿Casualidad?, ¿Superstición?.
"No quiero que me amen demasiado porque cualquier día puedo irme." (Alberto Ascari)
Texto: Enciclopedia del Automóvil con datos de "Sentimientos, frases y recuerdos" (María V.) y archivos Museo F-1 GP.
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Es impensable que un piloto de la categoria de Ascari clave los frenos ante una emergencia. Hasta un principiante no lo haria. Sugiero que la maquina tuvo algun problema (se trabo la transmision?)("peino" el freno y quedo trabado?).
ResponderEliminarDe otra manera es inexplicable que haya dejado la huella de una frenada de mas de cien metros sin soltar el pedal. A Ferrari le cabe aclararlo, cosa que nunca hara.
Muchas de las muertes de pilotos tienen un halo de misterio, así también la de Ascari. La verdad podría no saberse nunca.
ResponderEliminarGracias por comentar y leer.