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Corriendo contra el infortunio.
Llega 1923, la preparación y puesta a punto del RL 6 cilindros, el vehículo sobre el cual había puesto Alfa Romeo enormes esperanzas, eran perfectas. Apenas habían acabado de revisar cuatro de ellos en los talleres, que ya se los llevaban camino a Portello. Y uno de los coches era para Antonio, quien, pese a todo, continuaba siendo el primer volante del equipo. Esta vez la desilusión iba a ser atroz: a 100 metros de la meta, tras haber combatido segundo a segundo con los adversarios que la carrera y el destino le iban deparando sucesivamente, el motor le dejó tirado en la cuneta. Miles de espectadores presenciaron la escena.
El momento crítico: Ascari empujando el auto, Ramponi buscando la falla y Ferrari intentando que el público no interviniese y provocara una descalificación.
El mecánico Ramponi, con prodigiosa intuición, detectó la causa del fallo: la magneto. La desmontó, aplicó una de recambio y permaneció junto al motor sosteniéndola con las manos. Sólo durante unos pocos segundos, los necesarios para que Antonio introdujera una marcha y cruzase la meta. No se precisa mucho tiempo para contarlo, pero la operación duró bastante, demasiado. En la clasificación final le precedió su compañero de equipo Sivocci, con el mismo tipo de automóvil.
En 1924 Antonio Ascari estaba de nuevo en Sicilia con otro coche y con muchas esperanzas. Antes de darle la salida el cronometrador Tasca le susurró al oído: "Le estoy dando la salida al vencedor. ¡Se lo aseguro!" A lo que Ascari replicó sonriendo. "Pero, ¿no cree usted que un cronometrador que da la salida a todos los participantes se la está dando por fuerza también al vencedor?". Seguidamente, arrancó. Esta vez, el adversario de turno, el que iba a ceñir la corona horas más tarde, era Werner, al volante de un Mercedes. Eran cuatro las vueltas. Werner, que salió primero, cruzó la meta también primero. Cuando, al fin, se oyó el rugido del motor Alfa de Ascari procedente de los últimos recodos, quedaban 27 segundos para igualar o mejorar el tiempo del alemán. Veintisiete segundos para recorrer pocos centenares de metros. Mil contra uno a que esta vez la Targa Florio no se le escapaba al conductor italiano. Entre Ascari y la meta se interponía tan sólo una curva. La última, traidora, absurda curva de las miles de ellas que ya había hecho. Y en ella el coche de Ascari se cruzó, realizó una pirueta y levantó una nube de polvo que ocultó a vehículo y hombres. La meta fue cruzada empujando el coche a mano. Primero Werner, segundo Masetti, tercero Ascari. Sentado en el box, Ascari lloraba y le decía a Giulio Ramponi; "Giulio, Giulio, búscate otro corredor, conmigo jamás tendrás la satisfacción de ganar una carrera. Ya ves cuan desafortunado soy. Tan sólo un tonto que insiste".
Ello ocurría, repetimos, en 1924, el año del nacimiento del Alfa Romeo P2. El coche de carreras creado por Vittorio Jano, quien había abandonado el primitivo proyecto del P1, un coche malogrado que no había acudido a disputar el Gran premio de Italia del año anterior a pesar de haber sido inscrito. Sin embargo, las reacciones que provocó el nacimiento y presentación del P2, sólo pueden compararse históricamente a los suscitados muchos años más tarde por otros coches de Gran Premio.
El P2, con Ascari al volante y Bazzi a su lado, debutó en Cremona. Un periodista testimonia así la impresión de su primera pasada: "Parecía, no un automóvil, sino una flecha". Era el 9 de Junio, y la carrera constituyó un sprint de principio a fin; sólo que, en esta ocasión, entró victorioso.
El verdadero acontecimiento tendría lugar en Lyon, el 3 de Agosto. Un Gran Premio internacional en el que estaba presente lo mejor del automovilismo europeo: hombres y vehículos: Bordino con el único Fiat, Segrave con el Sunbeam y Divo con el Delage.
Los tiempos de entrenamientos eran tan sólo indicativos; el orden de salida se atribuyó por sorteo. Sólo dos participantes, sin embargo, habían conseguido bajar de los 12 minutos, Ascari y Campari con sus nuevos P2, los coches a batir. La carrera transcurrió entre un continuo griterío, cabalgada inicial de Segrave y Ascari detrás.
Luego, la máquina del campeón turinés cedió y Ascari se encontró sólo en cabeza, seguido de su compañero de equipo Campari. Parecía que la carrera no reservaba ya más sorpresas. Sin embargo, ésta se produjo: a tres vueltas del final, el altavoz anunció que el número 3 (Ascari) parecía estar aflojando. Se detuvo. Campari le dio alcance, le superó y ganó. Se le había roto el mando del avance de encendido. Ascari se dirigió a pie hasta su box y allí sufrió una irreprimible crisis de llanto. Sólo unos minutos de desahogo, luego fue a compartir la alegría y celebración del triunfo de su amigo.
Ascari es empujado hasta la meta.
Celebrando junto a Campari.
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