De la gloria a la eternidad.
Del 3 de Agosto al 17 de Octubre. De Lyon a Monza, de la derrota a la victoria. Una gran victoria obtenida sobre la fabulosa pista de Monza, construída apenas tres años antes. Por la mañana, apenas hubo llegado al circuito, comentó con un amigo: "Será una gran jornada". La carrera no tiene historia. Salió y ganó. En cinco horas de carrera batió cinco récords mundiales: los de 400, 600, 700 y 800 kilómetros. El promedio, 158.896 km/h, resultó superior al obtenido en Indianápolis ese mismo año. Un promedio que sin embargo, fue "frenado" por una increíble decisión del director de carrera, Arturo Mercanti, quien en determinado momento envío una nota conminatoria al box de Alfa Romeo: "o Ascari disminuye su velocidad en la curva peraltada, de modo que no sea un peligro para él y para los otros, o de lo contrario será descalificado". Y obedeciendo a la señales de su box, Ascari levantó el pie.
Bajo la aureola de esta victoria transcurrió el invierno que separaba 1924 de 1925. Y el 28 de Junio volvía a estar en Spa para el Gran premio de Europa en Bélgica. Era considerado el mejor piloto del momento, velocísimo, muy resistente y en plena eficiencia, pues parecía haber alejado de sí aquella mala suerte que le perseguía. "L'Illustrazione del Popolo" dedicó su portada a la carrera de Spa. A la llegada, el rojo P2 aparecía cubierto por la bandera tricolor. El equipo Delage, Divo, Benoist, Thomas y Torchy, fue vencido en toda regla.
La felicidad de Ascari en el Gran Premio de Bélgica en 1925.
El "Guerin Sportivo", un periódico que a través del humor conseguía decir muchas cosas, comentaba: "Ascari hubiera podido llevar consigo lo necesario para afeitarse, varias postales para enviarlas a sus amigos, un fonógrafo y unas cuantas novelas para pasar el rato". Su superioridad había sido aplastante.
En este momento, a los 37 años, Ascari se encontraba en el cenit de una carrera cuyo final resultaba difícil de predecir en el tiempo. Y, sin embargo, este final estaba muy próximo: a menos de un mes. El 26 de Julio se corría en Montlhéry el Gran Premio del Automóvil Club de Francia. Mil kilómetros, en vez de los ochocientos habituales. Y lo que es peor: mil kilómetros entre dos absurdas vallas de madera y alambre destinadas a delimitar los bordes de la pista.
Uno o dos hombres, él o los comisarios, tenían, pues, sobre su conciencia, la muerte de Antonio Ascari. Al final de las jornadas de entrenamientos se levantaron vivas polémicas acerca de tales vallas. Algunos de los comisarios pretendían eliminarlas, otros no. Finalmente, siguieron en su sitio.
Fueron suficientes 23 vueltas, el punto fatídico fue la gran curva de 500 metros de radio situada en las proximidades de la Hostellerie Saint Eutrope, a la altura del control 3 y rebosante de espectadores. Una curva a la izquierda, velocísima. Por 22 veces el P2 de Ascari la encaró a cerca de 180 km/h. Sin embargo, en las dos últimas pasadas, el Alfa experimentó una apreciable oscilación. ¿Hubo que atribuírsela al piloto, a la máquina, o bien al recubrimiento de la pista?. Lo cierto es que alguno de estos factores no iba bien. Y en la vigesimotercera pasada, el Alfa no se limitó a oscilar, sino que patinó y tocó la maldita valla: chocó, rebotó, se inclinó sobre la cuneta con los alambres enredados en los radios de las ruedas y, finalmente, se volcó atrapando debajo al piloto.
Antonio Ascari moría poco después durante su traslado al hospital. La ambulancia cambió de rumbo y en vez de dirigirse al puesto de socorro, que ya era inútil, lo hizo hacia el cuartel general de Alfa Romeo.
"Vuelve a la patria como un héroe", escribía Canestrini. Y sobre el féretro un breve epitafio: "Antonio Ascari, muerto en Linás (Francia) el 26 de Julio de 1925, por el honor de Italia en el extranjero."
"Soy estricto con mis hijos. No quiero que se encariñen conmigo ya que puede que algún día no vuelva a casa"
(Antonio Ascari)
Texto: E.del Automóvil.
Fotos: E.del Automóvil, Corbis, Archivo Museo F-1 GP e Internet.
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